05 juin 2006

Ego tuyo.


Era muy blanca tu piel. Como en las películas. Era negro el pelo, un negro que no se encuentra a menudo. Y vacío. Tu forma, tus idas y venidas. Tú presencia. Tu ausencia. Como una bola de aire que reventa. ¿Como imagina uno eso? Así eras tu. Muchas horas fileteando trozos de rabia escondida. Como flechitas muy pequeñas que se me acercaban al alma desde las primeras horas de la mañana. Eras como piedras, quizás. Como lo que más duele.
Lo más estúpido es la falsedad del dolor. O la falsedad de su motivo. Pero siempre tan infinito. Monotemáticos mis pensamientos. Horroroso y eterno pesar.
Distancia, solo la física. Porque aquí por dentro me comía en fuegos de pensar. Un mal pensar atónito. No iba no venía. Simplemente estaba. Era como tu. Sin haber pedido. Sin tener culpa, pero tan insoportable.
Y tu ni entiendes. Ni te importa. Ni lo sabes. Por lo menos, no tienes la facultad de retenerlo en tu hermosa cabecita nada que no te traiga provecho. A veces sí. En un enorme esfuerzo de grandiosidad, como de los que te gustan sentir en esos momentos de auto contemplación. Lo peor, amigos míos, es la soledad aparente. Ni el juego la elimina. Quizás la esconda. Pero sigue ahí.
Que tiempo pasó. Que presente logra estar. Que horror de dolor. Y sin nadie a quien explicarla. A golpes de agonía me hice el casco, mira tu.
Oye, por cierto… que coincidencia más estúpida, ¿no?
No Hexágono.

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